domingo, 6 de julio de 2014

Un trabajo intenso

Concierto 30 Aniversario de la CORAL POLIFÓNICA ALGETE


He titulado esta entrada "Un trabajo intenso" porque realmente lo fue, y en más de un sentido.
Viajé el lunes 9 de junio desde Ponferrada a Madrid. Antes, había estado en contacto con la presidenta de la Coral Polifónica Algete, quien me tenía al corriente de las novedades y, por supuesto, me informó del repertorio que estaban preparando y de la intención de hacer de este concierto conmemorativo un recorrido musical por sus 30 años de historia; también conocía la duración de las canciones, los directores invitados...; que habría un piano de media cola en escena y hasta el propósito de anunciar el cambio de nombre para el coro, que pasaría a llamarse, desde ese preciso momento, CORAL OFELIA NIETO.
Con estos datos y las respuestas de Carmen Ochoa -presidenta de la agrupación musical- a todas mis preguntas, comencé a elaborar lo que yo llamo el primer borrador mental; y lo llamo así porque no es el momento de escribir el guión, ni el de hacer el plano de luces, ni siquiera el de diseñar el espacio escénico. Aunque también es todo eso, pero ocurre solo en la mente y es únicamente mi imaginación la que me permite conocer cómo se estructura y se va a ver el espectáculo.
Por tanto, llegué a Madrid sabiendo exactamente lo que quería hacer, pero lo que importa es que hay que hacerlo, y el concierto se celebraría 5 días después, el domingo 15 de junio. Y esto sí que es intenso. Afortunadamente, me encontré con una agrupación entregada e ilusionada; con un director musical más entregado e ilusionado si cabe; y con todos dispuestos a ensayar hasta la hora que fuera necesario, o hasta que sus gargantas lo resistieran. También había que preparar el espacio escénico, dirigir luces, escribir el guión (a modo de escaleta para los miembros del coro; completo y con tiempos definidos para el presentador (que también era yo), y el guión técnico para la cabina de luces). En fin, que tenía 5 días para todo, pero también muchas ganas, lo que hizo el trabajo más intenso en otro sentido.
Por si fuera poco, me encontré con un grupo de personas que compartían una vocación y también mantenían entre ellos relaciones personales sinceras de respeto y cariño. Otro ingrediente para aumentar la intensidad, en este caso emocional (mal director escénico sería si no me percatara de esos matices).
En esos 5 días, como es lógico, apenas pude descansar; me vinieron muy bien mis técnicas de relajación, que me permiten recuperar en una hora casi lo mismo que en ocho de sueño, y que tenía que poner en práctica en cada momento libre, por cortos que fueran: entre ensayos con los técnicos y ensayos con el coro; entre la pintura del escenario y la hora de comer; entre la escritura del guión y el tiempo de ducha... Y por supuesto, mantener bien claros en mi mente la creatividad, los conocimientos técnicos y de producción, los de comunicador..., y todo a sabiendas de que no había tiempo para dar un solo paso en falso; de haber ocurrido, no se hubiera podido corregir. (Intenso, ya les dije).
Pero si conseguimos que el domingo 15 de junio, a las 19,30 horas, todo estuviera como habíamos acordado y todo el mundo estuviera en su sitio (y los cantantes con la voz descansada y la capacidad de concentración a tope), no fue solo por la profesionalidad de cuantos participamos; fue más bien por el cariño y el respeto que todos tenían y mantuvieron para consigo y para con los demás. Y ese fue, sin ninguna duda, el mejor regalo que me podían entregar y lo que le dio el sentido último y hasta la forma a este espectáculo que, aun tratándose de un concierto, en poco se pareció a lo que estamos acostumbrados a presenciar.

El aforo del auditorio se completó (lo siento de verdad por las personas que se quedaron fuera), y el público se mantuvo atento y participativo en todo momento. Sus aplausos, su disposición y los comentarios que al final nos trasladaron, fueron pruebas de que se lo pasaron bien y que este concierto quedará para todos como el primer gran éxito de la Coral Ofelia Nieto.
Mi más sincera enhorabuena y mi agradecimiento por haberme dado la oportunidad de conoceros más y mejor; la de trabajar junto a vosotros, y la de compartir unos aplausos que yo nunca dudé que erais vosotros, todos vosotros, los que más se lo merecían.

Gracias también a todas aquellas personas que acudieron, además de para escuchar el concierto, para ver mi trabajo y entregarme una vez más su cariño y su cordial trato (hacía algo más de dos años que no trabajaba en Algete).























































































































































© Fotos: Salvador Sánchez Cabezudo

miércoles, 2 de julio de 2014

Lo que va del 14

Viajé a mi tierra, El Bierzo, en diciembre de 2013, dispuesto a pasar la Navidad en familia y a someterme a una intervención quirúrgica que me obligaría a usar muletas durante algún tiempo. Todo salió bien, y muy pronto las muletas se quedaban olvidadas en los bares. Lo que no sabía es que me iba a enredar con el proyecto de jardinería de la casa que mi hermana y su marido tienen en Bembibre. Ha sido un trabajo importante, que realicé entusiasmado y del que estoy satisfecho. La verdad es que el trabajo lo realizó Gelo, mi cuñado, ya que yo ni podía ni debía adoptar ciertas posturas, coger pesos, y esas cosas que siempre te recomiendan después de la implantación de una prótesis; así que yo a lo mío: diseñar y dirigir la obra.
El caso es que 2014 lo recibí convirtiéndome en parte en un robot, con trozos de cerámica y otros de aleación de diferentes metales, que ya forman parte de mi cuerpo.
Además de ese cambio, también tuve la oportunidad de experimentar la cercanía y el cuidado con el que me trató mi familia; a quien hasta ahora, y desde hace muchos años, visitaba en contadas ocasiones, cuando me lo permitía el trabajo. Esta vez fue bien diferente, y me alegra haber tenido la oportunidad de volver a reconocerlos cercanos y de estar todo este tiempo compartiendo desafíos e ilusiones. Muchas gracias; nunca hubiera podido sentirme mejor atendido.

El invierno fue lluvioso, frío y nevado, por lo que El Bierzo resaltaba potente los días claros. No me extraña nada que sea la mía una tierra de muchos y buenos pintores; los contrastes y la luz son aquí algo prodigioso; y la gente, que no deja de visitar los lugares más recónditos donde siempre hay una casa de comidas, parece que sabe gozar de estas maravillas.

Ahora, ya en Madrid, me apetece compartir esta selección de fotos a modo de resumen (sin entrar en tantas otras que cuentan el trabajo que hicimos juntos).

Si os interesa el álbum, pinchar sobre la primera foto y lo veréis mejor.