domingo, 3 de julio de 2011

De verano

No me gusta. De verdad que no. Aunque reconozco más cómodo el aire acondicionado que la caldera de la calefacción de mi casa. Hasta aquí aún no ha llegado el gas natural y hay que andar con las putas bombonas de propano, y eso que hace más de dos años que ya me cobraron la acometida, el contador y no sé cuántas cosas más.
En cualquier caso, el verano no me gusta. En este tiempo, mi cuerpo rechaza el sol; en cambio, en otoño y en invierno lo goza de manera extraordinaria. Soy una planta de sombra (puede ser por lo que de Galicia vive en mi).
Hoy he recibido un correo de Merce, compañera de aquellos años en los que estudiamos osteopatía. Ha sido una sorpresa muy agradable ¡Tenemos tanto que contarnos! Me apetece tenerla cerca y reír con sus ojos; reconocer una vez más su ternura y su bondad. Me prometo verla pronto. La quiero mucho.

A pesar del verano, también están pasando algunas cosas buenas: mi hermana inicia sus vacaciones por tierras de Portugal y sé cuánto las necesita; Yolanda se ha comprado una moto, y la está disfrutando (cuando encuentre un momento le haré fotos y las traeré hasta aquí); y en cuanto a mí, por fin he comenzado un tratamiento para solucionar los problemas de mi pierna. Homeopatía. Veremos qué sucede. Tengo confianza, pero también es verdad que sé que mis fascias guardan las huellas de tanto miedo que sufrí este año, y que les va a costar un gran esfuerzo soltarlo. Lo estoy intentando. Si todo sale bien, contaré aquí el trauma y la solución. Por el momento, trato de curarme en este silencio.